Compartimos la publicación de la Revista Digital de Educación
Una educación con caricias y emociones, por Fátima Ayala Marín
Una educación con caricias y emociones, por Fátima Ayala Marín,
profesora de Apoyo a la Integración y coordinadora del Plan de
Convivencia del CEIP Vicente Aleixandre de Montilla.
Pedro y Laura son dos maestros compañeros en un cole de Infantil y Primaria. Pedro es tutor de 1º, y Laura es maestra de inglés.
Un día, después de acabar las clases, Laura le plantea a Pedro la siguiente pregunta:
- “Pedro, ¿por qué piensas que en tu grupo se “respira” tan buen ambiente?”
La respuesta de Pedro fue rápida y contundente:
- “Creo que la educación emocional debe ser la base desde donde se sustente la vida y dinámica de un grupo”.
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Pedro recibe todos los días a su grupo de 1º en la fila con un “¡Buenos
días!" a cada uno de los niños y niñas, mientras les dedica una sonrisa y
una caricia. Ellos le devuelven la sonrisa y van entrando a la clase,
colocándose sentados en corro, en una especie de alfombra. Una vez
situados, cada uno va contando cómo se siente hoy, qué trae o qué aporta
hoy al grupo, “Juan se siente contento porque piensa en el cumpleaños
de su hermano, Ana está triste porque su madre se ha enfadado esta
mañana, María trae nerviosismo porque su hermano pequeño estaba
revoltoso…”
Pedro comienza a reflexionar y a exponer, mientras Laura lo escucha con atención:
- “Y es que las emociones son alteraciones rápidas e intuitivas de
nuestro estado de ánimo, provocadas por ideas o acontecimientos que
producen reacciones rápidas que conducen a actuar en función de lo que
sentimos en un momento. Descubrir, identificar y diferenciar las
emociones es una forma de educar a los más pequeños para que sientan sin
temor, para que se descubran a sí mismos y acaben convirtiéndose en
adultos autoconscientes para afrontar los retos de la vida. Si una
persona conoce bien sus emociones, las podrá reconocer en los demás y
sus relaciones serán más sanas y positivas. Educar a un niño o a una
niña no consiste en atiborrarlo de conocimientos; lo imprescindible es
convertirlo en persona, pero no al margen de los demás. Pienso que
debemos abordar desde los coles la enseñanza y el aprendizaje de todo lo
que conlleva una educación emocional, que tengamos personas socialmente
integradas, y eso se aprende en las relaciones entre iguales, en la
relación entre alumnado y adultos, y a través de la influencia que
nuestras acciones ejercen sobre ellos y ellas.”
Continúa diciendo Pedro:
- “Para una buena convivencia es clave que el niño se conozca a sí mismo
desde pequeño, para saber qué hacer y tener control de su
comportamiento y emociones. Un ajustado auto concepto ayuda a saber
actuar ante situaciones que la vida nos presenta. Ya en el cole podemos
aprender a ser más inteligentes emocionales, desarrollando una serie de
habilidades necesarias como la autoestima, o sea el agrado que sentimos
hacia nosotros mismos. Tener una buena autoestima quiere decir que
estamos a gusto con lo que hacemos, decimos, sentimos y pensamos. Otras
habilidades son la empatía, cuando me pongo en la piel del otro; la
asertividad, cuando me expreso y actúo desde lo que soy con respeto y
responsabilidad, siendo capaces de tomar decisiones,
responsabilizándonos de nuestros actos y aceptando las consecuencias.
También es muy importante desarrollar la habilidad de la escucha activa,
no se trata de oírnos cuando nos hablamos, sino considerar y atender a
lo que decimos, aunque no siempre estemos de acuerdo.”
Laura entonces le plantea a Pedro: - “¿Entonces nunca se dan conflictos en tu grupo?”
Y Pedro continúa hablando:
- “Los conflictos van unidos a nuestra condición social, somos seres
sociales que se relacionan y que a veces diferimos en nuestros
intereses, pero también que argumentamos, comprendemos y respetamos. El
conflicto es una oportunidad siempre para aprender a convivir. En el
conflicto hay una confrontación entre dos o más protagonistas cuyos
intereses o necesidades chocan. Creo en ese espacio y momento de
reflexión ante el conflicto, donde el objetivo no es punitivo, el
castigo no modifica la conducta, sino educativo, dotando de herramientas
que ayuden a la resolución pacífica de los conflictos y mejorar las
relaciones interpersonales.”
Después de todo este tiempo de reflexión, Laura le dice a Pedro: “¡Qué importantes son tus caricias cada mañana!”
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